sábado, octubre 12

Rubiales: —Eres un crack. —¿Un piquito? | Fútbol | Deportes

En seis días frenéticos el presidente del fútbol español, Luis Rubiales, se agarró el paquete en el palco celebrando un gol, levantó a una jugadora a hombros en el césped, besó a otra en la boca sin permiso, coaccionó a esta última para que le exculpara (“mi puesto está en juego, hazlo por mis hijas”) y, al no poder, se inventó unas declaraciones suyas apoyándole, llamó “tontos del culo” a quienes le criticaron y ahora rechaza dimitir a los gritos y entre mentiras tan clamorosas que, incluso con el vídeo delante, casi acaba denunciando que Jenni Hermoso se echó encima de él.

Es probable que Rubiales no se crea todavía que, cercado por investigaciones relacionadas con la corrupción, vaya a caer por su machismo desacomplejado, su soberbia y sus mentiras; o sea, no por su conducta relacionada con el dinero, sino por su conducta relacionada con las mujeres. “No había deseo”, dice, y en esa frase está dicho todo; si no había deseo haberle apretado el culo, hombre. No se cree lo que está pasando él ni sus pocos palmeros, muchos de ellos retratados estas horas con los sueldos que le deben a Rubiales, como los presidentes de federaciones —el de la gallega no estuvo este sábado en el homenaje a Teresa Abelleira en Pontevedra, estaba en Madrid defendiendo a su patrón—. Y no se lo creen porque siguen pensando que las “chorradas” de antaño, esas que tan bien definieron posicionándose en lo anecdótico muchos españoles, son tormentas en un vaso de agua sin sospechar que el peligro no es la tormenta del agua, sino los cristales del vaso.

Así que en lugar de medir las consecuencias de sus actos, Rubiales pretende ahora cambiar esos actos creyendo que puede cambiar las consecuencias. Sirva como ejemplo el decir que se llevó la mano a los huevos mirando al seleccionador (¿por qué no se los tocó a él cuando bajó al césped?, ¿por qué “¿un piquito?” a una jugadora y no “¿tocadita de polla?” al seleccionador o al presidente de la FIFA directamente?) cuando en realidad miraba al frente. O insistir en que el beso fue mutuo y consentido cuando le agarra a Hermoso la cara con las manos y le estampa él la boca. Por no hablar de que, según su relato, le pidió un pico a Hermoso después de que ella le dijese “eres un crack”, que ya hay que estar falto de cariño; llega a decirle Hermoso “eres el número uno” y se empieza a desabrochar la camisa.

Y si esto es verdad, lo del “piquito”, ¿de verdad un presidente de la Federación puede ir por el césped pidiendo piquitos a sus jugadoras? ¿Este hombre de dónde ha salido y quién le ha tapado los ojos y las orejas todos estos años? ¿No es más fácil decir “se me fue la olla, se me cruzaron los cables, no tengo ni idea de lo que me pasó” que sin justificarlo ofrece al menos una excusa humana, que tirar para delante pretendiendo hacer de su abuso precisamente una causa general contra el feminismo?

Su insuperable intervención de este viernes -esas maneras, ese lenguaje, esa forma de expresar que el cortijo es suyo subiendo de 150.000 a 500.000 el sueldo en directo a su seleccionador- en Las Rozas fue todo un espectáculo; se trata de un hombre al que un beso sin permiso a una mujer le va a hacer perder 634.000 euros anuales, más 35.000 inexplicables para vivienda, y quizá los 250.000 de la UEFA como vicepresidente. Demasiado dinero como para no movilizar a sus hijas y utilizarlas sin vergüenza colocándolas en la diana (“vosotras sí sois el feminismo real”). Demasiado dinero para muchas cosas, pero no tanto como el de los futbolistas de la selección. Los jugadores españoles, esa antigua selección campeona del mundo y ahora campeona cobarde, ¿se están alineando con el patrón o con sus compañeras?

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