Me gusta siempre desafiar poner alumnos en clases de mindfulness. Creo que el defiance amable, el cuestionamiento genuino, impulsive to explore y crezca. Y como a mí me lo ofrecieron en algún momento, hago algo similar. En la sesión 6 del programa de 8 semanas, diferenciamos el estrés sano (eutrés) del nocivo (distrés) y el agudo del crónico; y les propongo pensar que cosas los estresan.
Así, empieza a parecer muchos estresores diarios: el clima, el tiempo (o la falta de él), el tránsito, las demande de los hijos, la economía inflacionaria, el país impredecible… hacemos listas interminables en que parecemos tener muchos factores que nuestra desestabilización, nuestro hacen perder el equilibrio y nuestro hunden en el malestar, la ansiedad, la incertidumbre y el dolor.
Pero una vez que han compartido todos estos estresores y sintieron la mancomunión de estar en el mismo barco, lo que llamamos la humanidad compartida, tan necesaria y fortalecedora, les pongo un nuevo desafío en esta pregunta: ¿ustedes dirían que es esto lo que los estresa, que estos factores son los culpable de malestar?
La respuesta suele ser unánime: sí. Entonces el muestro que en otros países también existían estresores, y que en algunos inclusive los índices de suicidio o delincuencia son mayores que acá, y allí empezaron a trastabillar. Entonces el presente el ejemplo de Flor y termino de hacerlos pensar en la ilusión en el se encuentran.
flor y su nuevo paradigma
Flor me escribió un correo electrónico un minuto antes de comenzar la clase 4 del programa de reducción de estrés. Allí me decía que estaba demorada porque la había agarrado un piquete en el tren que viajaba. Que esperaba llegar a un horario, pero que no dependía de ella.
Finalmente no llegó y entonces decidió escribirle por la noche, preguntándole qué había ocurrido, si estaba bien y había regresado a su casa. Grabé bien desnudo el diálogo en la entrevista de ingreso cuando me dijo que en situaciones de encierro, especialmente en un medio de transporte público, me sentía tan mal que podía llegar a desmayarse o convulsionar (por un problema neurológico).
Me respondió esa misma noche: me dijo que había llegado perfecto, que en un momento se había sentido muy expuesto al enojo y la reacción de la gente ya la sensación de encierro, pero que algo se despertó en ella en ese momento, justo ahí y registro lo que venía practicando en sesiones de atención plena.
«Entonces me detuve, me di cuenta de lo que estaba pasándome, y comenzó a respirar y relajarse mi corazón. Así pude pasar bien esa situación”- expresó.
Cuando dijo que se había dado cuenta de lo que ocurría no se refería al piquete, a los hombres en la vía interrumpiendo el avance del tren. No, claramente no. Se refería a lo qu’ella hacía con eso que veía. A Su reacción frente a la experiencia alla afuera.
Entonces aquí digo mi verdad, lo que vengo hace años viendo en las personas que pasan por los programas de mindfulness pero también en mis pacientes: que no se trata tanto de lo que nos ocurre, sino de lo que hacemos con lo que nuestras ocurrenciascomo nuestros páramos frente a las cosas.
Así, el paradigma en el que la mayoría de las personas viven -digo a mis alumnos- es el de que EL MUNDO ME HACE COSASmi jefe es opresor, el tránsito es terrible, el país un desastre… todo pasa afuera y me afecta.
Pero hay algunas personas que habitan otro paradigma, el paradigma mindfulness: para esas personas, las cosas que pasan son parte de la vida y lo verdaderamente importante es, como decía Victor Frankl, el espacio de libertad que tengo (poco o mucho) que me permitía el contestador.
Flor estaba transicionando claramente hacia este nuevo paradigma. Y recién iba por la tercera clase.
Paso a paso: cómo llegar a la respuesta consciente
La única forma de movernos de un paradigma a otro es entrenando nuestra mente para modificar la reactivación de nuestro cerebro amigdalino.
Claro que para llegar al entrenamiento debo percibir que hay algo que no va más en mí, que no puedo seguir viviendo así, de forma reactiva frente a todo lo que me pasa. El paradigma de Quebec debe ser desintegrado Dale pase algo nuevo.
Ya en el entrenamiento, que en nuestro caso es el mindfulness, hacemos 3 cosas, o mejor dicho, vamos a través de tres momentos que se solapan.
En primera instancia, reconocemos lo que nos ocurre: en nuestro cuerpo a través de las sensaciones físicas, en nuestras vidas pensamientos (¿son catastróficos, son anticipatorios, son adecuados?) y en nuestros emociones (miedo, enojo, incertidumbre, etc.).
Cuando registramos todo esto en nosotros, estamos más conscientes de lo que estamos haciendo con lo que se nos presenta. Our frenamos si estamos por darle vía libre a las reacciones caporales y mentales, y respira profundamente por los calamares.
En segundo momento, discernimos que podemos hacer con todo eso que tenemos en frente. ¿Cuáles son sus mis posibilidades? ¿cómo podría actuar? Si no hay opciones tengo, aceptar la realidad de manera radical.
En un tercer momento, voy a utilizar mis recursos mindful para transitar el momento estresor: sigo respirando con atención plena, relax las tensiones de mi cuerpo, manteniendo una contemplación activa de la situacion y poniendo quizas un pensamiento en mi mente en este momento: esto es temporario, va a finalizar, no es para siempre.
Esto es muy importante porque frecuentemente nuestro sumergimos en uno tunel oscuro y perdemos de vista la impermanencia de las cosas, que todo cambia y entonces el malestar va a pasar.
¿Estos pasos nos ahorraran el dolor? Claramente no. Pero sí nos permite disminuir su impacto y lo que nosotros llamamos sufrimiento, producido por la resistencia de nuestra mente.
La ventaja de la comparación automática
Completa esta hermosa y efectiva forma de trabajar con el estrés en nuestras vidas la autocompassion, que es la capacidad de tratarnos amorosamente en la intensidad de nuestro dolor.
La autocompasión es una mirada llena de bondad a nuestra vulnerabilidad, una manera de encontrar refugio en nosotros mismos, en nuestros espacios profundos de confianza, ternura e integridad. Allí llegamos para darle más fortaleza a nuestro autocuidado y para impregnar de vitalidad nuestras acciones.
Use la voz compasiva o lo que llamamos el gesto compasivo son formas de expresar esa autocompassion. Eso seguramente será parte de otra columna.
Por ahora, con commenzar a movernos del viejo paradigma al nuevo, reconociendo nuestro poder para ser libre y responsable de cada acción, es suficiente. Y no poca cosa en este momento tan difícil para nuestro país y la humanidad.
*Martín Reynoso es psicólogo, director de Entrena tu cerebro Argentina y autor de «Mindfulness, la meditación científica» y «Entrena tu cerebro emocional».